Por Daniel do Campo Spada
(PED – Grupo TV Mundus)
Si uno mira unos dados en el aire los números que salgan al caer al paño están incluidos dentro de todo el mar de posibilidades. Si son más de uno las posibilidades de acertar el resultado definitivo reduce exponencialmente las posibilidades de predecir la suma final. Hoy por hoy el mundo de las monedas digitales crece en forma ininterrumpida y aún no cayeron a la mesa.
La red de bloques.
Cuando el programador informático multimillonario con identidad cambiada Satoshi Nakamoto escribió su artículo fundante en 2008 quizás fue consciente de que estaba sembrando los cimientos de un nuevo tipo de poder económico mundial con dimensiones que al día de hoy aún no se pueden mensurar. Apelando a la tecnología P2P (Peer To Peer) que ya había imaginado el e-commerce entre empresas y Napster (sitio web de intercambio musical entre usuarios que fue emblemático durante el boom punto com) lanzaba una moneda digital llamada Bitcoin que para muchos neófitos es casi sinónimo de “criptomoneda” aunque en la actualidad existan cientos de proyectos.
El intercambio entre redes de computadoras (en adelante las llamaremos “bloques”) se venía experimentando en redes físicas al comienzo de los cajeros automáticos bajo el concepto de ATM (Asymmetric Marking in Time) con la idea de que la información de las operaciones viajara en forma fragmentada para impedir que fuera capturada en su totalidad por algún intruso. De esa idea electrónica se pasó a la posibilidad digital de llegar al paroxismo de un transporte diversificado y una confirmación en la llegada.
Nakamoto le agregó una llave de seguridad que hay que desactivar en diez minutos antes de que las transferencias queden consolidadas. Esa ecuación matemática que los procesadores deben responder para certificar una operación (impidiendo el hackeo o pirateo) no puede superar ese lapso de tiempo. Eso le daría el marco de seguridad que las transferencias entre compradores y vendedores necesitan para evitar que alguien use dos veces una misma unidad (evitando lo que se llama falsificación digital). Esto es lo que en informática se conoce como “blockchain”.
La red de bloques se viene utilizando en cualquier circunstancia en la que se quiera conservar una información. Esta puede ser desde la información de un banco hasta el desarrollo de un laboratorio o información de Estado. En algunos países del Este europeo (y fundamentalmente Estonia) se almacenan de esa manera hasta las escrituras. Lo que se busca evitar es que la información esté concentrada en un solo punto porque ello incrementa la vulnerabilidad.
Abrochada la seguridad de la información (aunque viaje por redes públicas como es toda la internet) el resto es activar la confianza de un valor de cambio. ¿Cuánto vale un billete por ejemplo? ¿Desde dónde explicamos que un conjunto de papelitos equivalgan a bienes? ¿Por qué con unos de ellos alguien almuerza, compra un auto o una casa? Por una sola explicación. “Valor de cambio”. Las cosas valen si hay otra persona dispuesta a adquirirlo. Si nadie quiere lo que uno posee, su valor no existe. Desde que se lanzó en 2008 el Bitcoin aumentó hasta 10 veces su valor hasta que en septiembre de 2017 perdió un abrupto 40 %. En inicio de 2021 alcanzó otro valor pico y otra “corrección” en el primer trimestre. Esos re-acomodamientos son equivalentes a lo que ocurriría con las acciones en cualquier bolsa de valores.
Valor de red y cambio.
A principios del siglo XXI decíamos que “… retomando a Kevin Kelly cuando habla de la gratuidad, menciona algo muy concreto y real, que es el hecho de fortalecer el “valor de red”. Si regalo millones de mi programa de software, más serán aquellos que a su vez estarán interesados en que los demás tengan el mismo, para poder intercambiar archivos con comodidad. Por eso, a los primeros hay que regalárselo, para que no solo impulsen a sus entornos a adquirirlo, sino que
además todos se convierten en cautivos de las aplicaciones futuras, que eventualmente pueden
venderse o no, pero que tendrán expectante a un público numeroso. El ejemplo más concreto es el de los antivirus. Las versiones beta se regalan, pero las actualizaciones deben pagarse. Estos parches son el verdadero negocio, ya que cuando se pretende esterilizar la máquina, se debe tener al día las vacunas, y una forma económica para el usuario y altamente rentable para la empresa de software es el update (actualización on line). (do Campo Spada. “Los Tres Ciclos de Internet”. Buenos Aires. Ediciones El Garage. 2007. Pág. 308).
En el mismo sentido, las monedas digitales se irán imponiendo si hacen fácil el ingreso. En la medida que cada vez la usen más personas, mayor será el interés por participar de esa forma de intercambio.
La teoría de la oferta y la demanda con límites.
Las transacciones que muestran a poseedores anónimos (solo identificados por un ID) de monedas que figuran en una base de datos se llaman “libros contables” que se copian en cientos de servidores desparramados en distintos bloques. Esa dispersión evita la alteración del dato. En la década del 70 se había puesto de moda entre la población lo que se llamaba “el avioncito”. Esta era una lista en la todas las semanas los participantes ponían una mínima cifra que se llevaban solo los de la primera línea. Cada semana en la base había más personas, lo que aumentaba geométricamente el monto, por lo que al momento de estar en la cúspide (“en el avión”) el beneficiado se llevaba un dinero muy superior al que había puesto en los primeros momentos (“carreteo y despegue” de acuerdo a las semanas de participación. Con cada rueda, todos los que aportaban se llevaban una fotocopia de la lista, por lo que era imposible la alteración del orden ya que todos lo conocían.
La red de bloques juega ese papel de “copiar” en miles de discos duros la misma información haciendo imposible una alteración unilateral. El “minero” (prestador del servicio de hosteo entre otros tantos miles) que intente alterar (por premeditación o falla técnica) esa base será inmediatamente dejado afuera por poco confiable. Intentar hackear toda una constelación de bloques sería mucho más caro y difícil que el mismo valor de la criptomoneda.
Economía de la escasez.
Hasta acá tenemos una divisa digital que parte de un dinero “tradicional” que uno adquiere como cuando se compra una membresía para entrar en un juego digital o un club. A partir de allí todo queda en manos de la oferta y la demanda. La platea fija en un estadio de fútbol tiene un valor inicial que va cambiando (para más o para menos) de acuerdo al interés que ese equipo despierte en la afición. Si solo hay diez plateas (por inventar un caso) y la inquietud por disponer de una de ellas es grande, las ofertas subirán proporcionalmente en base a la escasez. Si por el contrario, el club creara cien plateas más, el valor bajaría porque habría mucha oferta y los poseedores que quieran vender jugarán a hacer el precio más bajo. Para evitar esto, las ciber-monedas (llamadas en muchos casos “proyectos”) limitan su cantidad de unidades. De esta forma, se evita la inflación que terminaría depreciando su valor. Este es el mismo concepto que se utiliza en las monedas nacionales en cuanto a regular la oferta monetaria en base a la emisión. Cuando Nakamoto diseñó Bitcoin dispuso que solo habría 21 millones de unidades.
La limitación de unidades no solo es por un tema de “economía de la escasez y la ansiedad” sino también por algo que es imprescindible y que llamaremos “confiabilidad”. Si el volumen de operaciones no tiene un límite se puede producir un colapso por “imprevisibilidad técnica”. De esta manera se mantiene un estándar que ayuda a que sea requerida por los inversores (que compran para ganar con sus cambios de valor) o los “transaccionales” (que la utilizan como forma de pago en países con bloqueos fiscales o monetario-tradicionales).
A lo largo de esa red existen prestadores del servicio de transferencia llamados “mineros”. Estos cobran por el alojamiento de la información y por validación de normas de seguridad que eviten el hackeo. Para ello disponen de solo diez minutos (lapso durante el que se actualizan las bases de datos) en los que se debe resolver una ecuación compleja utilizando potentes procesadores. Si aumentara la cantidad de cripto-unidades podría poner más lenta la circulación de la información y ello sería la puerta de entrada a “malwares” (software dañino) que dispondría de mayor tiempo para realizar el “phishing” (robo de datos).
La tercera economía.
El volumen de uso de las criptomonedas va en ascenso. Por el momento, hasta 2021-2022 vive un proceso similar al de la burbuja “punto-com” que explotó con el derrumbe del NASDAQ en el año 2000. Aunque lo espectacular desapareció quedó allí un nuevo universo real. Con las cripto-divisas ocurre lo mismo. Hasta ahora se está en una fase de deslumbramiento, pero en un plazo más corto que largo será un formato válido de intercambio por muchos motivos donde el principal es superar los bloqueos que algunas potencias (como Estados Unidos o la Comunidad Europea) realizan contra los países que no aceptan someterse a sus políticas. Mientras tenga valor de cambio, la descentralización impide un control monopólico.
La Biblia cristiana habla del trigo y la cizaña (Mateo 13, 24-30) donde Jesús explica que si se quieren arrancar los yuyos se arrancará también el grano. Las superpotencias occidentales no pueden bloquear el mundo de la economía digital porque los efectos les terminarían afectando a ellas. Desde el siglo XX la economía de los primeros diez mercados tiene uno de sus principales engranajes en el pago en forma digital.
Son falaces las hipótesis de que la gente no quiere usar los billetes o las monedas en metálico. La verdadera razón es superar los bloqueos nacionales por un lado y por el otro, en una escala mínima generar los puntos de fuga que todo mercado local necesita para agilizar mínimas transacciones o “integrar” a quienes por distintos motivos están fuera del sistema.
El Foro Económico de Davos sostuvo en 2015 (John Pavlus, “El mundo que el bitcoin ha forjado”. Madrid. TEMAS nº 99. 1º Trimestre 2020. Págs 20-25) que para el año 2025 el mundo de las criptomonedas será el tercer factor de la economía mundial con el 10 %, detrás de China (24 %) y Estados Unidos (22%), superando a Rusia (9,5 %) y la Comunidad Europea (7%).
Entre 2008 y 2016, el volumen de las criptomonedas aumentó 10 veces y volverá a decuplicar en el presente lustro con una curva de ascenso que empieza a considerarse exponencialmente vertical.
Los Estados oficiales y los para-Estados.
La historia temprana ha potenciado algo que se inventó hace siglos. Los Estados y fundamentalmente sus Gobiernos, crean entidades fantasmas que simulan ser emprendimientos privados. De esta manera no quedan sujetas a interpelaciones y reglamentaciones que regulan a las organizaciones estatales oficiales. Ya desde la época temprana del imperio griego, algunos mercaderes florecientes en realidad eran “avatares” de los Estados que exploraban otros territorios y tomaban decisiones fuera de los plazos deliberativos. La literatura está llena de estos casos en donde emprendedores que pululaban tomaban con rapidez decisiones oportunas para… los Estados.
Elementos como Elon Musk, Mark Zuckerbeg, Larry Page, Sergey Brin, Jack Ma, Steve Jobs, Jeff Bezos y empresas como Tesla, Facebook, Google (Alphabet), Apple, Amazon, Ali Baba, Huawei y otros cientos de etcéteras son personas e ideas comerciales “brillantes” pero no solo alcanzaron el firmamento de la fama por su calidad. Detrás de ellos, una mano (y no la invisible del mercado) los impulsa. “Juegan” con otra libertad que los Gobiernos no pueden hacer. Son lo que se conoce como grupos de acción rápida.
Con la criptomonedas ocurre igual. Mientras la República Popular China hace referencias al “peligro” de las criptomonedas es la principal nación en minería con un volumen cercano al 71 %, seguido por la India con apenas un 4 %. Por eso los chinos hoy producen el 25 % de la economía mundial (superando por un punto a Estados Unidos) pero consumen el 38 % de la energía eléctrica (hidráulica y de carbón) del planeta. Si cada país tuviera una linterna sobre su mapa de acuerdo al consumo, la que se posa en Asia estaría todo el día prendida.
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